De nuevo, al comenzar agosto, el pueblo comenzó a impregnarse de los aromas típicos, las casas comenzaron a prepararse y el cosquilleo se hacía visible en los vecinos. No era para menos. Desde el día 3, la Estrella estaba entronizada en su paso y comenzaron los nueve días de visita que le dedican.
La Virgen se encontraba ataviada con el traje de tisú verde claro bordado y el manto de terciopelo rojo, además de portar el conjunto de orfebrería más antiguo que posee, coronas incluidas. Algunos broches estrenados para la coronación así como el relicario donado por la hermandad de la Estrella de Huelva, que se encontraba en la media luna, eran las alhajas que portaba la alcaldesa perpetua, que además lucía el tocado de hilo de oro.
En el altar, como siempre, los candeleros dispuestos con los candelabros de guardabrisas y un exorno floral, en general, de tonos rosados con el nardo como protagonista (salvo algún día, que venía en tonos naranjas o sólo con nardos), como regalo que cada una de las calles le daba.
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